Siempre has sido tú - Cap. 32 [escena +18]


—Ay, Lucette, Lucette. ¿Qué voy a hacer contigo, pequeña provocadora? —cuestionó Levi besando el cuello de su novia. La piel de la chica se erizó en respuesta ante el toque de sus labios húmedos y giró entre sus brazos para verlo a los ojos.
—Sólo quiéreme —susurró antes de ponerse en puntillas y besarlo.
Sus labios se juntaron con suavidad, como siempre eran los besos entre ellos dos. Acariciaron sus bocas, se saborearon y el calor comenzó a aumentar cuando Levi introdujo su lengua en la boca de ella, despacio y sin prisa. Lucette gimió cuando las grandes manos del muchacho bajaron hasta ahuecar su culo y apretarlo
Él la atrajo más a su cuerpo y ella suspiró al sentirlo duro y cálido contra la pelvis. Estaba más que preparado y ansioso por seguir con aquel acto que ella no había llevado a cabo antes de él. Solo con él había desarrollado aquel acto tan íntimo y carnal; solo con Levi había tenido la confianza para dejarse llevar.
El muchacho gimió al sentir los labios de ella bajar por su barbilla y su cuello hasta llegar a su pecho. Sentía su boca húmeda y caliente repartirle besos por el torso aumentándole la libido y cerró los ojos con fuerza al sentir su pequeña mano acariciarle el miembro erecto con suavidad. Lucette siempre le había atraído, y ahora que podía disfrutar de su cuerpo con libertad se consideraba afortunado.
Ella continuó bajando, repartiendo besos por el torso del chico, a quien se le estaba dificultando respirar cada vez más. Mordió ligeramente uno de sus pezones y él se sacudió en respuesta. Le raspó despacio con los dientes sobre las costillas, al lado del ombligo, sobre esa franja de vello que llevaba a su pene erecto. Levi gimió al sentir su aliento sobre su cadera. Cuando sintió ambas manos de la chica posarse sobre sus muslos tensos, abrió los ojos y la miró arrodillada frente a él. Y verla así con las mejillas arreboladas y los ojos encendidos con deseo, tan dulce, tan inocente, tan seductora, hizo que todos sus pensamientos se arremolinaran en una mezcla sin sentido.
Lo único en lo que podía concentrarse era en lo mucho que la deseaba, lo mucho que quería enterrarse dentro de ella y darle placer. El miembro le palpitaba con deseo y cada uno de sus músculos estaba tenso en espera de su siguiente movimiento. Sus grandes ojos oscuros estudiaron su semblante dominado por la lujuria y Lucette dejó escapar un aliento tembloroso. Estaba nerviosa… y entusiasmada.
Siempre había imaginado que el sexo sería un acto sobrevalorado, para nada tan deslumbrante como solía pintarse, pero al experimentarlo con Levi por primera vez se dio cuenta de lo equivocada que había estado. Él se había asegurado de darle tanto placer como pudiera antes de arrebatarle su virginidad y a Lucette le había encantado cada segundo de aquello. Recordando la noche anterior, fue subiendo las manos que tenía sobre los muslos de su novio hasta llegar al borde de su calzoncillo y tiró de él para exponer su pene endurecido. Levi tenía la respiración acelerada y las manos en puños apretados cuando ella, sin despegar su mirada de la suya, se llevó la cabeza de su miembro a la boca.
Era la primera vez que hacía aquello y a Lucette el sabor no le desagradó. De hecho, al escuchar el gemido torturado de Levi, sintió que se le espesaba la sangre. Aquel crudo sonido lleno de deleite la motivó a tratar de abarcar toda su longitud y a acariciarlo con firmeza en un rítmico movimiento de arriba abajo. Podía saborear el líquido preseminal que iba soltando en su lengua y con cada apretón de su mano sobre su miembro notaba que él se iba excitando más y más.
Levi no podía despegar sus ojos de Luce. Se movía de manera algo torpe —era más que obvio que nunca antes había hecho aquello—, pero ponía mucho empeño y se notaba que lo disfrutaba casi tanto como él. Tenía los ojos brillantes y las pupilas muy dilatadas. El rubor nacía desde el cuello de su camiseta hasta sus mejillas y le daba un aire de lo más inocente. Su visión le causaba ternura y un profundo anhelo al mismo tiempo. La amaba y deseaba con la misma intensidad, como a nada en el mundo.
Colocó una de sus manos sobre su cabeza y tomó con suavidad un puñado de cabello para guiarla mejor. El gemido que vibró contra su miembro al tirarle del pelo lo envió a un vórtice de placer que por poco acabó con su cordura. Sus labios húmedos y carnosos envolviéndole el miembro era casi más de lo que podía soportar.
—Para —jadeó tirando un poco más del cabello de la muchacha. Lucette, fuera de frenar sus movimientos, los aceleró, queriendo ver a Levi derrumbarse, explotar, perder el control—. Luce… me voy a correr —avisó con la voz ahogada.
Volvió a dar un tirón a su cabello y al fin ella lo dejó ir antes de poder avergonzarse a sí mismo.
Lucette se limpió la boca con el dorso de la mano mientras se ponía de pie y Levi la atrajo a un duro beso tomándola por la nuca y encajando sus bocas juntas. Metió la lengua en su boca y se embebió de su sabor. Ese beso fue todo dientes, lenguas, jadeos y tirones de la poca ropa que los separaba —la camiseta y las bragas que Lucette tenía puestas—. Una vez que estas fueron arrojadas lejos de su cuerpo, Levi la giró entre sus brazos y se dedicó a besar su cuello y hombro. Le pasó la lengua por la oreja y el sonido de su aliento hizo gemir a Lucette. Le acunó los pechos con urgencia y comenzó a amasarlos con cuidado, escuchando los sonidos que Lucette emitía para ver qué era lo que más le gustaba. Le apoyó la erección entre las mejillas del culo y comenzó a mecerse de adelante hacia atrás sin dejar de acariciarla, de girar sus pezones duros entre sus dedos. Bajó una de sus manos por las costillas y el vientre hasta llegar a la húmeda unión entre sus muslos; al parecer estaba tan ansiosa como él.
Comenzó a masajear esa zona en círculos con sus grandes dedos, sintiendo cómo iba acelerándose la respiración de su chica, cómo iba tensándose como una cuerda entre sus brazos, y cuando supo que ya no le faltaba mucho para llegar, cuando supo que estaba tan cerca como él, alcanzó la envoltura del condón que había en la mesita al lado de la cama y se enfundó a sí mismo en él. Sentía que el aire que tomaba no era suficiente, que de repente de había espesado el oxígeno en la habitación. Nunca había estado tan excitado en su vida —ni siquiera la noche anterior cuando le había quitado la inocencia— y tenía que morderse el labio con fuerza para sentir algo de dolor y retrasar su eyaculación.
—A la cama —le pidió con voz ronca. Lucette no dudó. Recorrió los pocos pasos que la separaban del colchón y se tumbó sobre él con el trasero en el borde. Subió los pies, separó las piernas y Levi solo observó embelesado cómo se acariciaba los pechos con sus dedos delgados, luego el vientre… y al final el clítoris en suaves círculos. Todo sin dejar de verlo a los ojos. Miraba aquellos dedos llenos de su humedad mientras se daba placer y sentía que se ponía más duro, si era posible. Su erección estaba tornándose imposiblemente incómoda. Necesitaba estar dentro de ella ¡ya! Podía ver su boca abierta en busca de aire, jadeando; el pecho y el rostro enrojecido por el calor, la fina capa de sudor que comenzaba a cubrir su cuerpo, y cuando ella gimió profundo y lo llamó perdida en las sensaciones:
—Ven.
Él no se resistió más. Se acercó acomodándose entre sus caderas y, sosteniéndose a sí mismo con una mano, paseó su glande entre los labios húmedos. La punta de su miembro se adentró en aquel lugar húmedo, cálido y apretado en el que ningún otro hombre había estado antes y jadeó colocando una mano sobre el vientre de Luce. Ella jadeó cuando sintió el pulgar de su novio acariciarle el delicado nudo lleno de nervios calmándole el ardor de volver a ser estirada. Echó la cabeza hacia atrás y gimió alto sintiéndose plena… y a Levi aquello le pareció la visión más erótica. Luce tumbada, expuesta, con él enterrado en su cuerpo…
Comenzó a moverse con cuidado de adentro hacia afuera y apretó la mandíbula cuando los músculos internos de su novia amenazaron con hacerlo acabar.
—Joder, Luce. Se siente…
—Lo sé —sollozó ella, entendiendo la sensación que él experimentaba. Era un placer indescriptible, asombroso, que hacía que se le encogieran los dedos de los pies. Era una dulce tortura lo que experimentaba… y gustosos podrían morir en aquel momento.
Luce abrió un poco más las piernas, lo que le permitió a él entrar más hondo… y ambos gimotearon. Levi bajó el rostro en busca de los pechos de su novia y se llevó un pezón tenso a la boca. Lo chupó con cuidado primero, y cuando sintió que las manos de su novia le tiraban del pelo, lo mordió suavemente. La manera en que se cristalizaron los ojos de Lucette, le dijo que aquello le gustaba. Y saber que a su chica no le gustaba el sexo suave, le incendió la sangre.
Los empujones de su cadera comenzaron a hacerse más duros, se volvieron erráticos y Lucette apretó la sábana entre sus puños cuando sintió que perdería la razón.
—Por favor —rogó entre jadeos—. No pares…
Y Levi casi rio ante su súplica, porque no podía parar. No con ella. No así.
Se salió de su cuerpo y Lucette se sorprendió al ver al muchacho con el rostro tenso de deseo.
—Date la vuelta —pidió él.
Ella tragó con dificultad —tenía la boca seca— y obedeció de inmediato. Sintió sus grandes manos ahuecarle el culo y este le dio una pequeña palmada antes de enterrarse de nuevo en ella. Con fuerza Y Luce gimió, sintiéndose llena de placer, de amor, de él.
No quería que aquello acabara nunca.
Levi supo que había sido un error pedirle que se diera la vuelta. Lo supo en cuanto vio sus pliegues húmedos provocándolo y su trasero respingón invitándolo. No iba a aguantar mucho más en aquella posición. Con cada arremetida podía sentir a Luce más húmeda, más cálida, podía escucharla más desesperada y hambrienta de él. Por eso, cuando la sintió contraerse a su alrededor y aguantar la respiración, volvió a acariciarle el clítoris… y la sintió llegar el orgasmo. Observó su espalda arquearse y los nudillos volverse blancos al aferrar la sábana con fuerza.
Llevó una mano a su nuca para aferrarse a su cabello y enderezarla mientras alargaba esa pequeña muerte por placer. El sonido de sus caderas chocando con sus nalgas llenaba el aire, junto con los gruñidos que él emitía. Los gemidos que Luce antes había dejado escapar aumentaron su volumen y, tras una, dos… tres arremetidas más de su pelvis, Levi también explotó.
Lucette miró sobre su hombro al escuchar el quejido del chico —cuando sintió que el miembro de Levi palpitaba en su interior al eyacular— y una oleada de calor volvió a recorrerla al ver su rostro echado hacia atrás, las venas marcadas en su cuello y los hombros tensos por el esfuerzo y relucientes por el sudor. Después de eso el gemido más ronco y masculino escapó de sus labios y la piel se le erizó en respuesta.
Levi teniendo un orgasmo era algo que nunca se cansaría de ver.
Por un momento se preguntó cómo se sentiría tener su semen derramándose en su interior, llenándola… y al sentir una punzada de anhelo entre las piernas se dijo que tenía que hacer una cita en la clínica para comenzar a tomar la píldora. Quería sentirlo sin ninguna barrera lo más pronto posible.

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